Pasar los últimos cuatro meses en España con mi marido ha sido una experiencia que llevaré conmigo para siempre. Cada día se sintió como un regalo, ya fuera caminando por impresionantes montañas, montando en bicicleta por la playa o simplemente pedaleando por barrios encantadores, descubriendo algo nuevo a cada esquina.
Lo que más me conmovió fue la gente. Dondequiera que íbamos, nos recibían con calidez, generosidad y amabilidad. Los extraños se convertían en amigos, siempre dispuestos a ayudar, a compartir una sonrisa o a ofrecer un consejo. Y sí, ¡aquí se fuma mucho! A veces deseaba que fumaran menos, simplemente para que pudieran disfrutar más tiempo de la vida, porque su espíritu y su entusiasmo por la vida son preciosos.
Y luego está la comida y el vino... ¡ay, Dios mío! Frescos, vibrantes y llenos de sabor. Desde las crujientes verduras locales hasta los increíbles vinos, cada comida era un recordatorio de lo bien que te puede hacer sentir la buena comida. Me encantó especialmente lo ligero y nutritivo que era todo, sin pesadez, sin hinchazón, solo puro disfrute.
España ha sido una fuente constante de inspiración. Los colores, las texturas, las puestas de sol, la forma en que la luz golpea el mar y las montañas… dondequiera que miraba, sentía que mi creatividad se recargaba. Mucha gente me felicitó por mis joyas mientras estuve aquí, lo que me hizo muy feliz y me recordó por qué hago lo que hago. Sentada en los cafés, viendo pasar el mundo, encontré el espacio para soñar con mi próxima colección y las historias que contará.
Estos cuatro meses fueron más que un simple viaje, fueron una pausa, una oportunidad para respirar, conectar con amigos, observar y empaparme de belleza. Regreso con un corazón lleno de gratitud, una mente repleta de ideas y una conexión más profunda con la joyería inspirada en la naturaleza que creo.
¡Gracias España, nos vemos pronto!
Con cariño,
Gaby.